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Faltan diez días para que se cierre el primer año calendario con Yamandú Orsi en el poder. Fueron 10 meses de una Presidencia de “baja intensidad” con una minoría mayor que ni aprueba ni desaprueba la gestión del gobierno.

Así lo define el director de Opinión Pública de Opción Consultores, Rafael Porzecanski, que asegura que el gobierno está intentando generar una narrativa de “restricción fiscal” y de cambios que necesitan tiempo pero en esa tarea tiene “oportunidades de mejora”.

Además, señala que 4 de cada 10 frenteamplistas no aprueban o tienen una evaluación neutra del gobierno pero en ese grupo no predominan los más radicales de izquierda sino el votante más desideologizado.

En entrevista con El Observador, Porzecanski dice que en las encuestas empezaron a ver un “cierto sentimiento de desesperanza en la ciudadanía” respecto posibles mejoras en la seguridad y advierte que las “cosas que se están hablando desde la política” no le están llegando a los electores.

A continuación, un resumen de la charla.

¿Qué evaluación hacés de este primer año de Yamandú Orsi?

Es un año, en el relacionamiento con la opinión pública, de baja intensidad y venimos de una campaña de baja intensidad. Tenemos una población dividida en tercios relativamente parejos en el nivel de aprobación de la gestión, lo que lo coloca más cerca, al cerrar el año, de la segunda gestión de Tabaré Vázquez, con un porcentaje importante de electores del Frente Amplio en 2024 que no están aprobando abiertamente la gestión. Mayoritariamente, un segmento que tiene una evaluación neutra. No arrancó con los niveles que había arrancado la gestión Vázquez II para caerse fuerte. Es un poco diferente. Arrancó sí con un poco más de expectativas de lo que hoy tiene de aprobación de gestión, pero uno no puede decir que ha habido una caída notable de la aprobación. Creció la desaprobación a costa de la aprobación neutra, sobre todo a raíz de un cambio en el electorado opositor.

Le habían dado un crédito que ya se acabó.

Sí. Uno podría decir que con la coalición republicana tuvo una luna de miel más bien corta este gobierno.

El nivel de aprobación es menor que la cantidad de gente que lo votó. ¿Orsi tuvo luna de miel?

Hoy es significativamente menor el nivel de aprobación que el electorado que votó por el Frente Amplio, pero también del electorado que hoy se identifica con el Frente Amplio como partido más cercano. Eso es interesante. Y ahí hay un cambio con la gestión Vázquez II. En la gestión Vázquez II se ve un declive: cuando cae la imagen de la gestión del gobierno, cae también el posicionamiento del Frente Amplio. Con mucha menor intensidad, en la mitad del gobierno pasado (de Lacalle Pou), cuando tiene su nivel más bajo, también hay un cierto deterioro de las preferencias partidarias en lo que es el bloque de la coalición republicana. Acá, en realidad, cerramos el año con una aprobación de gobierno sustancialmente menor al registro electoral del Frente Amplio, pero sin impactos por el momento en lo que son las preferencias partidarias o las cercanías partidarias.

O sea que las preferencias se mantienen más o menos en 40%.

Exactamente, bloques muy parejos y un segmento de electores que no se sienten cercanos a partidos de los bloques.

¿Cómo se puede interpretar ese 40% de gente que hace una evaluación neutra?

Por algunos abordajes cualitativos que utilizamos la impresión es que el gobierno ha pasado bajo el radar y que no tiene ni demasiados elementos para apoyarlo, ni demasiados elementos para criticarlo. El gran tema es si con un gobierno que se vislumbra sin grandes cambios respecto a la gestión pasada, se le va a poder seguir otorgando una nota media o eso va a pasar eventualmente a una insatisfacción por la ausencia de cambios.El oficialismo hoy tiene dos desafíos diferentes. El primer desafío es el debate entre el núcleo más duro del Frente con, por ejemplo, el surgimiento de un grupo de autoconvocados frenteamplistas que estaba intentando empujar hacia la izquierda al gobierno. O los diferendos que hay sobre si gravar al 1% de la población con más ingresos. O los diferendos en torno a Gaza. Ahí hay un debate que es más de un círculo pequeño pero también más cercano en lo decisorio. Pero cuando nosotros intentamos entender cuáles son los segmentos dentro de los votantes del Frente Amplio que menos aprueban al gobierno, que tienen más aprobación neutra o incluso aprobación negativa, lo que más predomina es el sector más desideologizado de votantes del Frente Amplio. Ahí está una de las interrogantes de cómo va a evolucionar.

No es un reclamo de un giro hacia la izquierda.

Claro, estoy hablando del grueso. Lo que nosotros decimos es que de ese 40% de los frenteamplistas que no aprueban la labor del gobierno, los que más prevalecen ahí son los frenteamplistas más desideologizados, con una identidad partidaria más débil.

Rafael Porzecanski Leonardo Carreño / FocoUy

Que haya un porcentaje grande de gente que ni aprueba ni desaprueba, ¿es sostenible en el tiempo?

Puede ser, sí. Nosotros encontramos en las series históricas de aprobación de gestión, que ha variado en el entorno del 25% al 35%, salvo en los primerísimos tiempos. No se puede comparar, por ejemplo, con el inicio de la gestión de Lacalle Pou, que enseguida toma un protagonismo central con la gestión de la pandemia. En la medida que sea un gobierno observado como de baja intensidad, que no genere grandes rechazos, tampoco grandes satisfacciones, ese amarillo se puede mantener más alto que el histórico.

Y si se mantienen esas preferencias partidarias que hablábamos hoy, ¿es una buena noticia para el Frente Amplio?

Para el Frente Amplio es una buena noticia que las preferencias partidarias no hayan variado en función de la evaluación gubernamental, porque muchas veces la evaluación gubernamental afecta la estructura de preferencias de los partidos.

El tema de la comunicación, que el presidente lo puso arriba de la mesa como una debilidad, ¿tiene repercusión en la opinión pública?

Puede tenerla, pero ahí hay que decir un par de cosas. La aprobación del desempeño del presidente, también en niveles moderados, es un poquito mejor que la evaluación del gobierno en su conjunto. Y la popularidad del presidente sigue siendo alta, o sea que el presidente mantiene un capital de imagen. Él ha reconocido que no es su mayor fortaleza el tema de establecer una narrativa, esa parte comunicacional. No queda tan claro que la ciudadanía esté castigando o no esté aprobando abiertamente al gobierno por eso.

En una entrevista con El País decías que están los indicadores objetivos (inflación, déficit, ingreso, etc.) y está la percepción subjetiva, pero que es muy importante cómo se genera la narrativa desde el gobierno. ¿Crees que este gobierno está generando una narrativa?

Intenta generarla, pero evidentemente tiene oportunidades de mejora. Uno no es estrictamente experto en comunicación política, pero hay una narrativa de un escenario fiscalmente restrictivo y también de un trabajo paciente y que necesita de tiempo para poder concretarse en los hechos. El plan de seguridad es un desafío, por ejemplo. Pero hay una oportunidad de mejora en narrativa de en qué escenario estamos y qué es lo que viene por delante.

Hacer pocas promesas y no generar tanta expectativa en campaña, cuando estás en el gobierno ¿puede tener un lado positivo porque hay menos promesas para incumplir?

El ser corto en las promesas tiene esa ventaja, sí. Los electores, si de algo se quejan, son de las promesas incumplidas. No obstante, más allá de que hayas hecho o no tus promesas, si tú tenés expectativas insatisfechas y son relevantes, el gobierno está en problemas. Y yo creo que en Uruguay hay expectativas insatisfechas.

¿Qué desafíos le ves al gobierno para el año que viene?

Estamos obviamente con una imagen de gestión que en las dos áreas centrales de preocupación ciudadana es entre moderada o medio-baja la aprobación. Por lo tanto, es evidente que necesita generar una conexión mayor con la ciudadanía en economía y seguridad que son las principales preocupaciones. Seguridad probablemente sea seguridad-integración. En la temática situación de calle hoy estamos viendo que es una de las preocupaciones principales del barrio de las personas. En Montevideo y en el interior del país. Ahí, evidentemente, la ciudadanía está esperando más.

En campaña se hablaba de que la gente ya no tenía expectativa de que un gobierno pudiera arreglar la situación de seguridad, ¿la opinión pública espera un cambio de este gobierno?

Nosotros empezamos a ver cierto sentimiento de desesperanza en la ciudadanía. Eso tiene una advertencia para los dos grandes bloques. En la medida que sea una preocupación central no satisfecha por ninguno de los bloques, aparece una oportunidad para algún tercero o para alguna transformación dentro de los bloques. Entonces, esto le coloca un problema al gobierno, pero se lo coloca a la oposición también. Nosotros sí, efectivamente, lo que hemos visto es un sentimiento cercano a la desesperanza o a la frustración en torno a esta temática.

Orsi eligió no tener un buque insignia y apuesta a una serie de medidas. ¿Cómo ves eso como estrategia respecto a la opinión pública?

El riesgo evidente es que eso puede dejar muy difuso al gobierno. Ahí hay un riesgo. No obstante lo cual, al mismo tiempo también acaba de salir un documento, si mal no recuerdo lo produjo Gustavo Leal, que son los siete faros. Entonces, no sé si es tan claro esto de no tener buques insignia. Me parece que en el interior del gobierno se está viendo como una necesidad de tener una narrativa sustentada en unos pocos pilares.

Rafael Porzecanski Leonardo Carreño / FocoUy

Un trabajo de Diego Luján y Daniela Vairo señaló que entre los menores de 25 años un 49% votó a Delgado y un 38% lo hizo por Orsi en el balotaje. En el trabajo que vos hiciste sobre el Partido Nacional, hablás de que en octubre al FA lo benefició un bono demográfico. ¿Qué fue lo que pasó en las elecciones con el voto joven?

Con evidencia de opinión pública es bastante difícil establecer exactamente el porcentaje de votación de los nuevos votantes a los bloques. ¿Por qué? Porque los nuevos votantes son 5 generaciones, van de los 18 a los 22. O sea, el porcentaje que te va a caer en una muestra es reducido, necesitas muchas muestras acumuladas, hay un conjunto de limitaciones metodológicas. Vairo y Luján manejan una encuesta concreta, que no es la que usamos en Opción, y llegan a ese porcentaje. No son nuestros datos. Pero hay algo que sucede elección tras elección: tú perdés una cohorte de votantes por fallecimiento muy sesgado hacia los adultos mayores y te ingresan nuevos votantes. Más allá del comportamiento de los nuevos votantes, que si uno toma como proxy el promedio de edad de los circuitos, donde da ventaja para el Frente Amplio y no para la coalición, o las mismas encuestas de Opción desarrolladas durante un buen tiempo da cierta ventaja al Frente sobre la coalición, tenés que considerar el otro costado. El otro costado es indiscutible. Hay un sesgo muy grande de los adultos mayores en favor de la coalición republicana. Tú perdés un segmento notoriamente más proclive a votar en la coalición republicana y se te agrega un segmento nuevo que es más parejo o incluso con ventaja para el Frente Amplio. Y eso sucede elección tras elección.

¿Y lo va a seguir favoreciendo?

Es imposible contestar.

Pero la gente que tiene más de 75 años sigue siendo mayormente votante de la coalición.

Muy, muy mayormente votante de la coalición.

O sea que es esperable que esos votos se vayan...

Es esperable.

La coalición tiene un problema demográfico.

La coalición tiene ese problema demográfico en los adultos mayores y la depuración del padrón se da por ese lado, o sea que ahí se pierden más votantes de la coalición que del Frente. Y nosotros vemos que los jóvenes votan más al Frente Amplio. Entonces, ahí hay un bono demográfico. ¿Es ese bono el causante de la derrota de la coalición republicana? No. Es uno de los tantos factores que operaron para que la coalición perdiera votación respecto a 2019.

¿Cómo están viendo a la oposición?

Si el año fue de baja intensidad, fue para los dos bloques. Entonces, tampoco es que la oposición logró un posicionamiento estelar en lo que va del año. Ha buscado, a través de diferentes figuras, ejercer una oposición de distinto tono. Una un poco más acordista, dialoguista y otra más dura, más confrontativa. Eso se ve en los estilos. Y con la baja de su principal figura de popularidad (Lacalle Pou), que ha tenido intervenciones muy específicas, casi un año sabático.

¿Es una buena estrategia la de Lacalle Pou?

Primero hay que ver qué decide hacer, sobre lo que aún no ha dado pistas. Pero tiene tiempo. Tabaré Vázquez de 2010 fue un Tabaré Vázquez de bajo perfil. Sí hay que ver cómo esto se entronca con un tema que en este momento es de debate y que sí puede ser un game changer dentro del bloque opositor, que es el tema de la construcción o no de un lema único.

En las cercanías partidarias que midieron ahora, en la pregunta abierta "¿a qué partido se siente más cercano?", ¿surge la coalición republicana?

La coalición como marca identitaria sigue siendo una marca en construcción todavía. O inclusive una identidad implícita. Mucho más implícita que explícita. Las personas no se definen coalicionistas en general. Sin embargo, muchos electores realmente identificados como blancos y colorados, tienen un sentido de pertenencia subterráneo a un bloque común. Y una clara conciencia de que quieren ver a alguno de los dos partidos gobernando en lugar de que gobierne el Frente Amplio.

A la coalición le ha costado coordinar siendo oposición, ¿eso influye en la identidad coalicionista?

No, lo que hace es congelar un poco la marca. También hay tiempo, pero es una discusión importante la que tienen que dar.

¿Cuándo debería estar zanjada esa discusión?

Seguramente para comienzos de 2028. Lo que pasa también es que hay que tener en cuenta que la decisión estratégica también pasa por cuestiones coyunturales, por lo menos en el cortísimo plazo.

Candidatos...

Por ejemplo. Uno sabe que el expresidente Lacalle Pou es una figura muy popular entre blancos y colorados. Un lema único con Lacalle Pou en cancha es una cosa, un lema único sin Lacalle Pou establece otros desafíos. Por supuesto que una eventual ausencia de Lacalle Pou en campaña electoral le va, en el formato que sea, a establecer desafíos a la coalición republicana.

¿Hay otros activos en la coalición más allá de Lacalle Pou?

Hay líderes bien posicionados en la coalición, pero en términos de popularidad el gap es importante. En el Partido Colorado hay dos grandes líderes, en el Partido Nacional hay un conjunto de dirigentes con una imagen interesante, pero hay una distancia. Ni que hablar que el Frente también tiene sus propios desafíos, porque también hay un gap entre el presidente Orsi y el resto de los dirigentes del Frente Amplio y en este caso el presidente Orsi directamente tiene un impedimento constitucional para 2029.

Rafael Porzecanski Leonardo Carreño / FocoUy

¿Cuáles fueron las principales causas de la derrota del Partido Nacional?

Cuando comienza la campaña presidencial, el Frente Amplio tenía ventaja. Y ya la venía teniendo desde hace bastante tiempo. Era una campaña que no era imposible, ni mucho menos, de ganar para la coalición republicana, pero quien tenía la ventaja era el Frente. Si el Frente tenía la ventaja y la coalición republicana había obtenido 15 puntos de ventaja en la primera vuelta de 2019, incluso ganado en forma exigua en el balotaje e incluso también ganado en forma exigua en la LUC, algún corrimiento de la opinión pública sucedió después. O sea que algo pasó que no fue de la campaña. Entre otras cosas ahí entran el famoso recambio generacional del padrón, algunos efectos locales, por ejemplo el liderazgo de Yamandú Orsi en Canelones, que es un activo que la coalición nunca pudo neutralizar, algunos temas inclusive de tipo más local en otros departamentos, la pérdida de un segmento del electorado coalicionista, capaz el más desideologizado, más débil, sobre mitad del periodo de gobierno, algunos con insatisfacción de la gestión. O sea, hay un conjunto de elementos ahí que no tienen que ver con la campaña y que influyen.

Después está la campaña. ¿Cuánto precisaba votar la coalición para pelear palo a palo el balotaje? Aproximadamente un 49%, un 50%. O sea, dos o tres puntos más para llegar de otro modo. Eso ya de pique le hubiera impedido al Frente Amplio tener la mayoría del Senado asegurada. ¿Era posible que la coalición aspirara a eso? Sí ¿Qué pudo haber hecho la campaña diferente? Ese es un debate para los especialistas en campañas.

Álvaro Delgado perdió las elecciones y se convirtió en presidente del directorio pero con fuertes cuestionamientos. ¿Tiene futuro desde ese lugar?

Álvaro Delgado ante la opinión pública mantiene un capital político. Ha sido el foco, por parte de algunos sectores del Partido Nacional, de algunas críticas importantes a raíz del resultado electoral y del proceso posterior de reflexión, autocrítica, etc. Al mismo tiempo tiene algunos apoyos de liderazgo, si logrará generar un sector dentro del Partido Nacional con ambiciones parlamentarias no se puede descartar, ni mucho menos. Es imposible de predecir.

Pero no es que hayan visto un deterioro en su imagen luego de perder la elección y en todo este proceso.

Comparando la imagen de popularidad de Delgado en mitad de 2024 con 2025, hay un leve deterioro como máximo. Pero que no le quita potencial de aspirar a seguir siendo un protagonista del Partido Nacional. Después, otro cantar es el tema del posicionamiento dentro de la dirigencia. Como se sabe, por ejemplo, hay una escisión de Aire Fresco, Martín Lema es un abandono importante, algunos dirigentes lo siguen, entonces hay que ver cómo se reconstruye el nuevo Aire Fresco.

¿Imaginás a alguien compitiendo con Lacalle Pou en 2029 en la interna?

Por el momento no se vislumbra esa figura. Son cuestiones muy especulativas pero por ahora no se ve en el horizonte.

¿Y qué perspectiva le ves al Partido Colorado?

El Partido Colorado tiene hoy un posicionamiento estrictamente partidario que es un poco mejor de lo que tenía algunos años atrás pero por debajo de su caudal de votación. El Partido Nacional está un poco por encima de su caudal y este es un fenómeno habitual en las encuestas de opinión pública. Cuando vos haces cercanía partidaria y demás, el Partido Nacional a veces marca más de lo que después vota y el Colorado al revés. Muchas veces el Partido Colorado compensa con las candidaturas.

El Partido Colorado está en una situación razonable para su momento, con una interna instalada. Allí sí hay dos alas fuertes y con esa gran incertidumbre de futuro en función de la construcción o no de un lema común y cuál va a ser el posicionamiento del Partido Colorado, donde parecen haber por lo menos dos tonos diferentes. Uno de quien ya se ha definido como nativo coalicionista, y parece muy cercano a la idea de un lema común, y otro que abre al menos más dudas, más interrogantes, como lo ha hecho público el senador Bordaberry.

En otros países de América Latina se viene hablando de que los electorados pierden la paciencia cada vez más rápido con los gobiernos. ¿Está pasando eso en Uruguay? ¿Se nota en las encuestas de opinión pública?

En el relacionamiento de la opinión pública con el gobierno en 2025 no podríamos decir que haya una prevalencia del enojo. Por supuesto que al elector opositor no le gusta este gobierno, pero no podemos decir que es un momento de una opinión pública enojada con el gobierno. Sí es más una cuestión de lejanía.

¿De desinterés?

Desconexión. Las cosas que se están hablando desde la política no están llegando mucho al interés de los ciudadanos. La conversación pública principal no está teniendo una gran incidencia en la ciudadanía, y eso es una de las razones que explica ese gran amarillo que tenemos.

En el mundo hay una tendencia a la polarización, ¿la sociedad uruguaya cómo se está comportando en ese sentido?

Yo no veo un crecimiento de la polarización ideológica o afectiva en Uruguay. Me preocupa más la desafección de vastos segmentos del electorado con la política. Esa desconexión, el enorme desconocimiento de los políticos, de lo que dicen los políticos, el problema de la información también, una ciudadanía muy informada en base a grandes titulares y poca cosa más. Hay un tema de no generar en la ciudadanía un entusiasmo y una concepción de la política como un elemento central para afectar las vidas cotidianas y el bienestar de las personas.

¿Eso lo ves como un riesgo más por el lado de “la política no sirve, entonces el sistema democrático no sirve”, o como “desde el lado de que puede provocar un estallido”?

Difícil de decir, pero en algún sentido los problemas de integración social que está teniendo el Uruguay están goteando en la política también, están llegando a la política. Grandes segmentos de la población donde el Estado llega de forma débil...

Ahí se cuela el crimen organizado.

Claro, por ejemplo. Ahí hay un riesgo. Repito lo dicho, en la medida que el sistema de partidos, en su conjunto, que son partidos fuertes, tradicionales, con mucha construcción atrás, no logren satisfacer demandas centrales, se abren opciones para otras vías. Y además otra cosa, la democracia siempre va a estar más en riesgo si hay expectativas de pan y manteca que no se satisfacen durante mucho tiempo. Entonces, eso es algo que el sistema de partidos debería tener muy en cuenta.

¿En las preferencias partidarias se ve ese desinterés?

No, el porcentaje de población que se identifica con algún partido se mantiene en torno a la mitad porque una cosa es decir de qué partido son más cercanos y otra cosa es si te identificas con un partido. Todavía siguen siendo fuertes las identidades partidarias en Uruguay. En una mirada de más largo plazo, uno ve una tendencia en descenso, pero es una tendencia en descenso de la uruguaya de cambio sostenido pero muy gradual.