Escuchar artículo

El Premio Nobel de la Paz es uno de los más altos reconocimientos que se otorgan en el mundo promoviendo la defensa de los valores democráticos, de la paz y del respeto a los Derechos Humanos.

El Comité Noruego del Nobel, integrante de la Fundación Nobel, y encargado de otorgar ese premio cada año a una persona u organización, no puede ser señalado como una organización sesgada o cuyas decisiones puedan ser catalogadas como orientadas en una única dirección.

Basta mencionar la lista de los ganadores del Premio Nobel de la Paz para reconocer con seriedad que ha tenido una enorme capacidad de pasar por encima de las obvias presiones que seguramente deben existir cada vez que se considera a quien se le otorgará tal distinción.

Desde activistas en defensa de los derechos humanos en países con graves violaciones y ausencia de libertades tan variados como Irán, Bielorrusia, Filipinas, Irak, Pakistán hasta, más atrás en el tiempo, cuando en 1980 se le otorgó a Adolfo Pérez Esquivel, activista argentino que promovió la lucha contra la dictadura en la Argentina de aquella época.

También lo han recibido organizaciones como Médicos sin Fronteras o las que trabajan para que desaparezcan las minas antipersonales o la proliferación de armas nucleares. Y en otros momentos también se otorgó a quienes impulsaron procesos de paz como fue el caso en 1994 de Shimon Peres, Yasir Arafat y Isaac Rabin para promover la paz en Medio Oriente.

El otorgamiento de este premio a María Corina Machado es una señal enorme y contundente de apoyo a la lucha por la democracia y los derechos humanos en un país que, como Venezuela, hace ya casi dos décadas que viene sufriendo una gravísima y creciente opresión marcada por las violaciones a los derechos humanos, la persecución más horrenda y la corrupción más absoluta del dictador Nicolás Maduro y todo su equipo.

Desde la época de Hugo Chávez se fue produciendo una deriva autoritaria, durante muchos años de la mano de una prolífica estrategia de enorme disposición de recursos destinados a sostener y apoyar a aquellos gobiernos afines, en aquella época impulsores de lo que pomposamente llamaron el “Socialismo del Siglo XXI”.

Luego de sufrir derrotas electorales evidentes como la de fines de 2015 en la que la mayoría de la Asamblea Nacional Legislativa de Venezuela fue ganada por los partidos de oposición que llevó a que el régimen autoritario destituyera al año siguiente a la mencionada Asamblea; y luego inventara mecanismos alternativos de legitimación tan vergonzosos y fraudulentos como referéndums ratificatorios.

En todo ese proceso fue aumentando el poder represivo del régimen y la persecución sobre los opositores, tanto en número de muertos, torturados, secuestrados como la persecución política en general.

Ni hablar de lo ocurrido con la elección presidencial del 28 de julio de 2024 que luego de proscribir a la líder indiscutida de la oposición, María Corina Machado, el candidato opositor que la sustituyó, Edmundo González Urrutia, ganó la elección con una mayoría cercana al 70% de los votos.

Sin embargo, el régimen ha continuado aferrado a la barbarie y al desprecio total por las libertades y derechos humanos.

Por todo esto, el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado es un acontecimiento mundial que pone en el centro de la escena a la gravísima situación que vive el pueblo venezolano. Es más, las peripecias que tuvo que sufrir María Corina para trasladarse a Oslo a recibir el Premio es, de por sí, la más rotunda demostración de la enorme barbarie que se vive en ese país.

Por todo esto, el premio otorgado es un premio que alcanza a todos los ciudadanos de América Latina de convicciones democráticas que no evaluamos ni medimos la democracia según el signo ideológico de quien gobierne.

Pues bien, lamentablemente nuestro Gobierno ha faltado a la cita incurriendo en un vergonzoso y sospechoso silencio. Desde hace años estamos esperando que algún dirigente relevante del actual partido de gobierno en nuestro país levante la voz con firmeza para condenar esta barbarie autoritaria.

Ni siquiera ahora, ante el reconocimiento mundial otorgado a la oposición venezolana en la persona de su principal líder, María Corina Machado, han pronunciado palabra alguna de felicitaciones o reconocimiento.

Peor aún, ahora nos enteramos de que el Presidente, Yamandú Orsi, no sólo no felicitó a la ganadora, sino que, en una ocurrencia extraña, insólita y muy poco seria, sostuvo que el Premio Nobel de la Paz en 2025 debería haber quedado vacante. Increíble.

Nos avergüenza como uruguayos esta actitud de nuestro Gobierno, más aún cuando recordamos que en épocas en que nuestro país vivía la negra noche de la dictadura, el gobierno democrático de Venezuela de aquella época fue extraordinariamente solidario con el pueblo uruguayo.

Pero tenemos la tranquilidad de saber que, más tarde o más temprano, volverá la democracia a Venezuela y, además de celebrar la libertad y la democracia, por fin sabremos cuáles han sido las verdaderas razones vergonzosas que llevaron a que, durante todos estos años, los gobiernos y dirigentes del Frente Amplio no hayan emitido ninguna declaración de condena a la dictadura venezolana. Más tarde o más temprano, la verdad saldrá a luz.