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Querida, un año ya, un año desde que todo cambió para nosotros, un año de intentar sobrellevar el dolor de no poder tenerte aquí cerca de nosotros, de verte hacer lo que más te gustaba, que era disfrutar de tu hija, nuestra hija.

En el Uruguay que le esquiva a la muerte —en el que dos tercios consideran que los velorios deben durar menos de cuatro horas y casi la mitad jamás pensó sobre su propia muerte—, el duelo parece estar adquiriendo un nuevo significado a través de las redes sociales.

“El duelo en plataformas como Facebook se extiende y transforma en el tiempo, desafiando las nociones tradicionales de superación. A diferencia de los rituales de duelo convencionales, que suelen concentrarse en momentos específicos como los funerales, el duelo digital se mantiene vivo, reapareciendo en fechas significativas y reflejando una continuidad y complejidad emocional”, halla Agustín Zabala en su trabajo de fin de carrera para licenciarse como sociólogo. Esa misma muerte de la que no se habla ni se piensa, parece extenderse en la virtualidad. Va y vuelve hasta diluirse sin ya “me gusta”.

El estudio exploratorio de 239 publicaciones y 1.473 comentarios en perfiles públicos de Facebook tras la muerte de personas en Uruguay da cuenta de mojones en los que se hacen más activos esos obituarios del siglo XXI.

La primera publicación suele darse en los primeros seis días posteriores a la muerte, como si fuera una reversión del ritual judío de shivá (del hebreo “siete”) de una semana de duelo. Se da aviso del fallecimiento, como si se informara en un aviso fúnebre más íntimo y con menos limitación de caracteres. Es uno de los momentos de mayor reacción, de los “me gusta” y de la combinación de palabras que más se repite como respuesta de la comunidad virtual: “mucha fuerza”.

Las mujeres suelen reaccionar más al principio. Los varones lo hacen más que ellas en el segundo semestre del primer año. Y luego la tendencia se empareja hasta diluirse.

Cuando no se da aviso en esa primera semana, el anuncio pareciera postergarse hasta la fecha en que se cumple el mes. El ritual de los shloshim (del hebrero “treinta”), fecha en que los dolientes retornan la actividad más pública.

La mitad de los comentarios se dan en los primeros 172 días. Pero la fecha en que confluyen más es al cumplirse justo un año… al día 365 (que en la tradición judía es cuando se erige la lápida con el nombre esculpido en piedra para que perdure). Es un momento en que, en Facebook, se suele “dialogar” con el muerto, escribirle en forma directa, publicar un video o una canción.

Un año de preguntas, de aprendizajes, un año con tristezas, pero también de alegrías. Podría escribir un libro hablando de ti, de lo buena persona que siempre fuiste, de un corazón enorme, trabajadora, humilde, y muchas más, pero sobre todo siempre fuiste una súper mamá.

“Siempre” es la palabra más repetida en los mensajes que los dolientes les dejan a los muertos, o que dejan para recibir la aprobación/abrazo de la comunidad virtual. Le sigue “extraño”, un término que deja al descubierto la emoción más frecuente en los comentarios con el correr del tiempo: la tristeza.

Es una tristeza que a veces se combina con enojo, otras con confianza, con disgusto. Una emoción que guarda, según Zabala, una paradoja: “Aunque el duelo digital parece fomentar la individualización, también recupera dimensiones comunitarias que se habían perdido en la modernidad”.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han dice que en la era digital, la exposición pública de las emociones se convierte en una forma de obtener validación y reafirmar la experiencia emocional en un espacio visible. En el contexto de duelo, interpreta Zabala, “esta necesidad de exposición se manifiesta cuando los dolientes publican mensajes de despedida, expresiones de tristeza o recuerdos del fallecido. La visibilidad de estos mensajes permite que otros usuarios respondan, validando y legitimando el dolor del doliente, aunque esta validación pueda ser cuestionada desde la perspectiva de la superficialidad de las interacciones digitales”.

Las reacciones de la comunidad son, la mayoría de las veces, un “me gusta”, en menor medida un “me entristece”, pero nunca un “me divierte”. A la muerte se la trata con distancia. Y el correr del tiempo hace que la comunidad empiece a alejarse: haya menos comentarios por publicación (salvo en las fechas de aniversario).

La psicología suele definir cinco etapas en el proceso de duelo: la negación, la ira, la negociación, la angustia y finalmente la aceptación. Pero el duelo virtual no es tan lineal. “Emociones negativas como la tristeza, el enojo o incluso el disgusto pueden reaparecer o intensificarse, incluso en fases avanzadas del duelo”.

Y es entonces que Zabala vuelve a la paradoja: el ritual de despedida online no significa necesariamente un revés al individualismo y una vuelta a la comunidad. Ese hecho público que te daban los velorios de puertas abiertas, durante horas, para todo el vecindario.

“La existencia del velorio, como ceremonia aunque no sea religiosa, es un culto a la vida. Es la manera de arroparnos ante un sufrimiento que es social”, había dicho a El Observador el sociólogo Pablo Hein. Los resultados de la primera encuesta nacional sobre percepciones sociales de la muerte, el duelo y suicidio muestran que a los uruguayos les cuesta colectivizar el dolor que causa la muerte… “se vive en privado”.

Las publicaciones y reacciones en Facebook todavía distan de aquella idea pública que antes —hace más de un siglo y medio— significa la muerte.