La violencia sexual digital contra niñas, niños y adolescentes deja de ser invisible: 511 denuncias revelan un patrón estructural en Uruguay
Uruguay presentó la primera investigación nacional sobre violencia sexual digital contra niñas, niños y adolescentes, basada en el análisis de 511 denuncias registradas entre 2019 y 2023. Las plataformas más utilizadas para este tipo de violencia son WhatsApp, Instagram y Facebook, mientras que en niños de 7 a 12 años se destaca el uso de juegos en línea. En casi 8 de cada 10 casos no hubo contacto físico, pero el impacto en la salud mental es severo, confirmando la gravedad del daño digital.
El estudio, elaborado por el Ministerio del Interior, la Facultad de Psicología de la Udelar y UNFPA, revela que más del 86% de las víctimas son mujeres y más del 90% de los agresores, varones.
Durante años, la violencia sexual digital contra niñas, niños y adolescentes se deslizó por los márgenes de las estadísticas oficiales, diluida entre pantallas, silencios y denuncias tardías. Hoy, por primera vez, un estudio nacional pone cifras, patrones y responsabilidades sobre la mesa. Y lo que muestra es tan contundente como inquietante.
Entre 2019 y 2023 se registraron 511 denuncias policiales vinculadas a violencia sexual digital contra menores de edad en Uruguay. No se trata de casos aislados ni de episodios marginales: el fenómeno presenta regularidades claras, una fuerte dimensión de género, plataformas específicas y consecuencias severas en la salud mental de las víctimas, aun cuando no exista contacto físico.
La investigación, titulada “Violencia Sexual Digital contra niñas, niños y adolescentes en Uruguay”, surge de un acuerdo de trabajo entre el Ministerio del Interior, la Facultad de Psicología de la Universidad de la República y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Es la primera investigación nacional basada exclusivamente en el análisis exhaustivo de denuncias policiales.
Evidencia para decidir: cuando los datos se vuelven política pública
La presentación de los resultados reunió a autoridades del Ministerio del Interior, académicos y organismos internacionales. Allí, la subsecretaria Gabriela Valverde fue clara: sin evidencia, no hay política pública eficaz.
“Estos delitos son contra la persona, más graves, más delicados, y cuando involucran a niñas, niños y adolescentes, nos deben ocupar con mayor diligencia. Pero para actuar necesitamos datos”, sostuvo.
El mensaje no es menor. La violencia sexual digital no puede abordarse solo desde la reacción penal: exige prevención, detección temprana y políticas interinstitucionales, y eso solo es posible cuando la realidad está medida y analizada.
Cómo se investigó: filtrar para ver lo que estaba oculto
El trabajo estuvo a cargo de la Dirección Nacional de Políticas de Género del Ministerio del Interior, que realizó un proceso minucioso de depuración del sistema de gestión de seguridad pública. El universo inicial era mucho mayor, pero tras definir criterios claros junto a la Facultad de Psicología, se confirmó un total de 511 denuncias válidas.
El comisario mayor Richard Gutiérrez, subdirector nacional del área, lo explicó sin rodeos: el objetivo fue construir una matriz que permitiera caracterizar víctimas, ofensores, modalidades y contextos. “Diseñar políticas públicas con perspectiva de género y generacional solo es posible si partimos de evidencia”, afirmó.
Cinco datos que explican el problema
Los resultados del estudio permiten identificar tendencias estructurales que desarman cualquier intento de minimizar el fenómeno.
1. Violencia profundamente feminizada
Más del 86% de las víctimas son mujeres, mientras que más del 90% de los agresores son varones. No es un dato anecdótico: es una confirmación estadística de que la violencia sexual digital reproduce las mismas desigualdades de género que la violencia fuera de la red.
2. Las plataformas no son neutras
El 35,6% de los casos ocurre en WhatsApp, seguido por Instagram (28,6%), Facebook (13,1%) y juegos en línea (8%). En niñas y niños de 7 a 12 años, los juegos en línea aparecen como un espacio especialmente vulnerable, un dato clave para padres, educadores y diseñadores de políticas de prevención.
3. La mayoría de los ataques no requiere contacto físico
El 76,6% de los casos no implicó contacto físico. Sin embargo, cuando este existió, los agresores fueron mayoritariamente personas conocidas por la víctima. En la violencia puramente digital, predominan los ofensores desconocidos. La red amplía el alcance del agresor y reduce las barreras de acceso a la víctima.
4. El daño es real, aunque sea digital
El estudio confirma algo que aún cuesta asumir socialmente: la violencia sexual digital genera secuelas graves en la salud y la salud mental, incluso sin contacto físico. Ansiedad, miedo, aislamiento y culpa aparecen reiteradamente en los relatos.
5. La denuncia llega tarde
La mayoría de los casos se detecta por intervención familiar. Las víctimas “develan poco y tarde”, lo que refuerza la necesidad de hablar del tema en hogares y centros educativos, y de formar adultos capaces de identificar señales tempranas.
Un desafío que excede a la Policía
Desde UNFPA, la Dra. Valeria Ramos fue contundente: la violencia sexual digital es hoy uno de los principales desafíos en seguridad ciudadana, salud pública y derechos humanos. No es solo un problema policial; es social, cultural y tecnológico.
Este estudio no cierra el debate. Lo abre. Y obliga. Obliga a revisar cómo se educa en el uso de las tecnologías, cómo se protege a la infancia en entornos digitales y cómo el Estado responde a una violencia que ya no necesita cercanía física para causar daño profundo.
La evidencia está sobre la mesa. Ignorarla ya no es una opción.
Comentarios
Deja tu comentario