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El PIT-CNT planteó que la inteligencia artificial puede traer luces y sombras al mercado laboral. Por un lado, podrá impulsar la productividad y compensar la reducción de la población. El desafío es que su utilización no provoque aumentos sostenidos del desempleo.

El Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT presentó recientemente un estudio ampliado sobre la inteligencia artificial y el mundo del trabajo donde expuso que el avance de la tecnología ha afectado la composición de los empleos en Uruguay, sin que eso haya redundado, al menos hasta la actualidad, en un avance del desempleo tecnológico.

El estudio indica que aunque el riesgo de automatización de los empleos uruguayos es mayor que el de los países desarrollados presenta una tendencia decreciente en las últimas décadas.

El Cuesta Duarte expone que la inteligencia artificial puede aportar muchos beneficios, como una mejor asistencia sanitaria, una fabricación más eficiente y una energía más barata y sostenible.

Sin embargo, explica, la discusión sobre la destrucción masiva de empleos por la digitalización no está zanjada, ya que la automatización no es solo una cuestión tecnológica, sino también de organización del trabajo y rentabilidad económica.

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El documento señala que la inteligencia artificial podría ser un “aliado frente a las tendencias demográficas de caída de la tasa de actividad, al impulsar la productividad laboral y compensar la reducción de la población activa”. Pero añade que “la cuestión central es cómo habilitar y acompañar estos profundos procesos de cambio sin generar aumentos sostenidos del desempleo, manteniendo y mejorando las condiciones laborales, y expandiendo el bienestar social mediante una distribución progresiva de los excedentes económicos fruto del progreso técnico”.

El instituto de investigación del PIT-CNT menciona que el mayor nivel educativo está relacionado con empleos de menor riesgo de automatización y mayor intensidad de tareas cognitivas no rutinarias, que son complementarias a la tecnología.

En otro pasaje del informe plantea que la planificación a largo plazo es esencial para anticipar riesgos y oportunidades. “Es necesario un debate social sobre cómo las políticas públicas pueden moldear el desarrollo de la automatización para maximizar su potencial y limitar sus riesgos”, dice.

En ese sentido expone que la capacidad de la automatización para reducir la necesidad de mano de obra en múltiples actividades económicas sugiere que la tecnología no es neutral en la “asimetría de poder entre capital y trabajo, pudiendo debilitar la organización de los trabajadores y sus posibilidades de presión”.

Sin embargo, señala que también tendrá “efectos profundos dentro del empresariado y entre los trabajadores (sectores amenazados versus beneficiarios por las nuevas tecnologías)”.

Cambios a corto y mediano plazo

El texto expone que en el corto plazo de entre uno y dos años se pueden esperar efectos visibles en tareas de back office y de atención y ventas. En el primer caso, las tareas repetitivas (validación de datos, actualización de registros y generación de registros) se prestan a una automatización parcial o total, mientras que las personas pasan a roles de gestión de casos o controles de calidad.

En el segundo caso, coexisten autoservicios con agentes “aumentados” que reducen tiempos de atención y elevan la tasa de resolución en el primer contacto. En ese segmento de atención y ventas, el riesgo no es el desempleo masivo sino la intensificación y el monitoreo algorítmico si no se fijan métricas razonables y salvaguardas

El informe agrega que para el mediano plazo de entre tres y cinco años la difusión se extiende a funciones de soporte (finanzas, compras y recursos humanos) y a profesionales (abogados, contadores e ingenieros) y allí el patrón es de complementación. En estos casos, y a diferencia de los puestos de trabajo rutinarios, el margen de sustitución es más bajo porque la tarea “núcleo” sigue requiriendo criterio, responsabilidad profesional y coordinación con múltiples actores.