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El avance del picudo rojo continúa generando preocupación en todo el país, mientras a nivel nacional aún no se declara una emergencia sanitaria que permita actuar con rapidez. Así lo señaló Mauro Beledo, responsable de Espacios Verdes de la Intendencia de Rocha, en diálogo con Nueva Radio Lascano. Beledo advirtió que, pese a las reuniones y diagnósticos, no existe una respuesta nacional coordinada, lo que retrasa acciones clave. En ese contexto, Rocha actúa con recursos propios y medidas preventivas.

Actualmente, el departamento no registra palmeras afectadas por picudo rojo. Se implementó un cortafuego sanitario y tratamientos preventivos para proteger el palmar nativo y las butiaceras, identidad del territorio rochense.

Mientras el picudo rojo avanza silenciosamente por el territorio nacional, devorando palmares y alterando ecosistemas enteros, la respuesta del Estado uruguayo sigue atrapada en reuniones, diagnósticos y discusiones que no se traducen en decisiones concretas. No hay emergencia sanitaria declarada, no hay un ministerio que asuma el problema como prioridad y no hay una estrategia nacional que permita actuar con rapidez. El resultado es una paradoja inquietante: la amenaza es real, pero la respuesta sigue siendo local.

Así lo advirtió Mauro Beledo, responsable de Espacios Verdes de la Intendencia de Rocha, en diálogo con Nueva Radio Lascano, donde expuso con claridad una situación que combina omisiones estructurales y esfuerzos departamentales sostenidos. 

“Ha habido mucha discusión y muchas reuniones, pero a nivel de los gobiernos nacionales no se ha tomado ninguna medida”, afirmó. La falta de una declaración de emergencia sanitaria —clave para agilizar compras, contrataciones y acciones inmediatas— sigue siendo, a su juicio, el principal obstáculo.

La consecuencia es directa: sin emergencia, los tiempos administrativos juegan a favor del insecto. “Cuando no hay emergencia, tenés que licitar, esperar meses, mientras el problema avanza”, señaló Beledo. Y avanzó. Lo hace a lo largo y ancho del país, con un impacto devastador en departamentos donde el picudo rojo ya se instaló como una plaga activa.

En ese escenario, Rocha aparece como una excepción, pero no por inacción, sino por anticipación. “Hoy el departamento no tiene ninguna palmera afectada por picudo rojo”, subrayó Beledo. El caso que generó alarma mediática meses atrás fue, en realidad, un episodio aislado: un solo ejemplar capturado en una trampa preventiva, en una zona controlada, sin que existiera un foco activo cercano. El insecto no cumplía siquiera con los parámetros biológicos habituales de dispersión, lo que refuerza la hipótesis de que llegó de forma accidental, posiblemente transportado en un vehículo.

Lejos de minimizar el riesgo, la Intendencia de Rocha decidió actuar antes de que fuera tarde. El eje de la estrategia fue la creación de un cortafuego sanitario, una franja preventiva diseñada para frenar un eventual avance desde los focos detectados en otros departamentos. En ese marco, se intervinieron alrededor de 350 palmeras mediante inyección de herbicidas, una medida drástica pero necesaria, asesorada por técnicos especializados.

El objetivo fue claro: proteger el palmar nativo, las butiaceras y una identidad paisajística que forma parte del patrimonio rochense.

 “Rocha se ha enfocado en defender su palmar nativo pindo y las butiaceras, que son parte de lo que somos”, explicó Beledo. La lógica es simple: eliminar el “puente” que permitiría al insecto saltar de palma en palma.

Además, se avanzó en acuerdos con una empresa especializada, que permitió aplicar tratamientos preventivos a unas 700 palmeras, principalmente de especies más vulnerables como la Phoenix canariensis, mediante un sistema de intercambio que alivió los costos para el gobierno departamental. Aun así, el propio Beledo reconoce los límites: tratar de forma generalizada las más de 8.000 palmeras del departamento es económicamente inviable sin respaldo nacional.

El tratamiento no es uniforme. Algunas palmeras son sacrificadas para cortar el avance; otras reciben productos preventivos que actúan como repelente del insecto. La técnica varía entre la endoterapia y la aplicación por ducha, esta última más efectiva en el período en que el picudo vuela activamente. Es un trabajo técnico, complejo y costoso, que Rocha viene sosteniendo prácticamente en soledad.

La ausencia de una política nacional contrasta con la magnitud del problema. El picudo rojo no distingue fronteras departamentales ni competencias administrativas. Su impacto no es solo estético o paisajístico: compromete biodiversidad, identidad territorial y costos económicos a mediano plazo.

Aun así, Rocha resiste. Y lo hace con prevención, monitoreo y participación ciudadana. Beledo agradeció especialmente a los vecinos que alertan ante cualquier sospecha. “Cuando vamos y vemos que no es picudo rojo, nos volvemos más felices de lo que fuimos”, dijo. Muchas palmeras mueren por rayos, por hongos o por el picudo negro autóctono, menos invasivo y destructivo. Diferenciar es clave para no generar pánico, pero también para no bajar la guardia.

El mensaje final es tan claro como incómodo: hoy Rocha no tiene palmeras afectadas por picudo rojo, pero el riesgo sigue latente. Sin una emergencia sanitaria declarada y sin una respuesta nacional coordinada, el país sigue corriendo detrás del problema. Y cuando se trata de plagas, llegar tarde casi siempre tiene un costo irreversible.

 

Autor: ROCHAALDIA.COM