Cuando el verano también lee: libros gratuitos recorren las playas de Rocha
Libros, playa y acceso gratuito a la cultura. La Intendencia de Rocha y la Biblioteca Nacional lanzaron una nueva edición de BiblioPlaya: Entre la Aventura y la Lectura, una propuesta que llevará bibliotecas itinerantes a lo largo de 180 kilómetros de la costa rochense, desde la Barra del Chuy hasta La Paloma. Cinco móviles con alrededor de cien libros cada uno estarán presentes, de martes a domingo, en más de 14 balnearios, en dos horarios: de 9 a 12 y de 16 a 19 horas. Turistas y residentes podrán retirar libros presentando documento de identidad y devolverlos en cualquier punto del recorrido.
En tiempos de consumo acelerado, pantallas omnipresentes y veranos pensados casi exclusivamente para el descanso inmediato, una escena distinta comienza a desplegarse a lo largo de la costa rochense: camionetas convertidas en bibliotecas, libros que circulan de mano en mano y lectores que eligen abrir una historia mientras el mar marca el ritmo de fondo. No es una postal nostálgica. Es una política cultural en movimiento.
La Intendencia de Rocha, en articulación con la Biblioteca Nacional, presentó una nueva edición de BiblioPlaya: Entre la Aventura y la Lectura, una iniciativa que apuesta a algo tan simple como potente: acercar libros gratuitos a las playas, allí donde el tiempo parece dilatarse y la lectura encuentra un espacio natural.
El proyecto recorrerá 180 kilómetros de costa oceánica, desde la Barra del Chuy hasta La Paloma, abarcando más de 14 balnearios y desplegando una red de bibliotecas itinerantes que funcionarán de martes a domingo, en dos franjas horarias —de 09:00 a 12:00 y de 16:00 a 19:00—, acompañando los tiempos reales del veraneo.
Las bibliotecas móviles estarán instaladas en puntos estratégicos: Barra del Chuy, La Coronilla, la Fortaleza de Santa Teresa, Punta del Diablo, Aguas Dulces, Barra de Valizas, La Pedrera, Arachania, Costa Azul, La Aguada y La Paloma. En cada uno de esos lugares, el gesto se repite: un turista o un vecino se acerca, presenta su documento, deja un teléfono de contacto y se lleva un libro. Puede devolverlo allí mismo o en otra playa. La lectura, como el verano, también circula.
El dispositivo es tan concreto como simbólico. Cinco camionetas, cada una con alrededor de cien volúmenes, construyen una red cultural descentralizada que rompe con la lógica tradicional del acceso a los libros. No hay edificios solemnes ni silencio obligatorio. Hay arena, viento, mate, niños, familias y lectores improvisados. Hay cultura sin solemnidad.
BiblioPlaya no solo promueve la lectura: democratiza el acceso al libro en un territorio atravesado por la estacionalidad, donde la oferta cultural suele concentrarse o diluirse según el calendario turístico. Aquí ocurre lo contrario: la cultura sale a buscar a la gente, se instala donde están los cuerpos, donde descansa la mirada, donde el tiempo permite detenerse.
La iniciativa también interpela al modelo de turismo. Frente a una lógica que reduce el verano al consumo rápido, Rocha propone otra narrativa: la del turismo cultural, el encuentro con el conocimiento, la experiencia compartida. Leer en la playa deja de ser un lujo individual para convertirse en un acto colectivo, casi político.
Hay algo profundamente contemporáneo en esta propuesta: en un mundo saturado de estímulos, ofrecer un libro es ofrecer pausa. Y hacerlo desde el Estado, de forma gratuita, es reafirmar que la cultura no es un accesorio, sino un derecho.
Entre el océano y las páginas, Rocha vuelve a ensayar una idea poderosa, que el verano también puede ser un tiempo para pensar, imaginar y leer. Y que, incluso frente al ruido del mundo, un libro sigue siendo una forma silenciosa —y eficaz— de resistencia cultural.
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