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El 25 de noviembre ya no es una fecha ceremonial ni protocolar en el calendario social uruguayo. Se ha convertido en un recordatorio contundente de una herida persistente: la violencia ejercida contra las mujeres, en sus formas visibles e invisibles, no ha retrocedido lo suficiente como para considerarla una batalla ganada.

En este contexto, la Comisión Interdepartamental de Género del Congreso de Intendentes (CIG) se pronuncia nuevamente, y su declaración no es un gesto declarativo, sino una advertencia: la violencia basada en género no pertenece al ámbito privado. Es un asunto público, jurídico y ético, que atraviesa familias, barrios, instituciones y gobiernos.

El mensaje es claro: la violencia contra las mujeres vulnera derechos humanos fundamentales y requiere un Estado activo, coordinado y persistente. No basta con expresar preocupación; se demandan políticas territoriales, seguimiento sostenido y redes de protección reales, especialmente en los departamentos del interior, donde los recursos suelen ser más limitados.

El trabajo de la Comisión se concentra en varios frentes: reforzar la articulación entre intendencias, impulsar políticas públicas con enfoque de género, promover espacios de participación y ampliar los mecanismos de acceso a información y asistencia. No se trata solo de reaccionar ante el daño, sino de anticiparlo, prevenirlo y desmontar las estructuras culturales que lo toleran.

Mi opinión: el mayor obstáculo no es la falta de legislación, sino la persistencia del silencio. Durante generaciones, muchas mujeres crecieron con la idea de que “lo íntimo no se discute”. Hoy, ese paradigma se resquebraja, pero no ha desaparecido. La responsabilidad del Estado —y de la sociedad— es garantizar que ninguna mujer crea que debe soportar en soledad lo que el sistema debe condenar en conjunto.

El compromiso proclamado en este 25 de noviembre se resume en una aspiración lúcida y urgente: una vida libre de violencia para todas las mujeres, en cada departamento, ciudad y comunidad del país. La consigna no es ideológica ni partidaria; es profundamente humana.

Autor: ROCHAALDIA.COM