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Los debates en educación tienden muchas veces a plantearse en término de ejes disyuntivos sin puntos en común y asumiendo supuestas verdades reveladas transformadas en dogmas. Sin embargo, la evidencia conceptual y empírica nos advierte en que es a través de la combinación de ideas, enfoques, estrategias y prácticas que se logra educar mejor atendiendo las necesidades de aprendizaje de cada alumno (OEI, 2025). No hay en educación enfoques “mágicos” que por sí mismos, generen resultados educativos de calidad, equitativos, profundos y sostenibles. Más bien la clave de resultados sólidos yace en enfoques híbridos y en encontrar el vestido o traje medida educativo, curricular y pedagógico para cada alumno.

Las discusiones en torno a los contenidos y las competencias sufre de planteamientos maniqueístas y sin tamices que dificulta enormemente la construcción colectiva en educación. Más bien la tiende a bloquear en notorio perjuicio de las nuevas generaciones y de sus oportunidades de formación. Se parte falazmente que los contenidos y las competencias son irreconciliables llevado al extremo de plantearse como disyuntivas no solo educativas y pedagógicas sino también ideológicas, políticas, sociales y económicas.

En realidad, las competencias, esto es, la voluntad y la capacidad de responder a desafíos individuales y colectivos – moneda corriente en la vida diaria - implican como condición sine qua non la adquisición y movilización de saberes que se asocian inequívocamente a conocimientos, información y hechos, esto es, a contenidos. Ninguna persona es competente en ausencia o vaciado de contenidos, así como tampoco los contenidos per se garantizan que las personas puedan aplicarlos y compartirlos en la vida cotidiana ya sea a través de situaciones, desafíos o cuestiones similares.

Intentemos tender puentes hacia enfoques híbridos que integren contenidos y competencias animado por el propósito de ligar más estrechamente el para qué, qué, cómo, donde y cuando de educar, aprender y evaluar. Identificamos siete posibles puentes.

El primer puente versa sobre que la conjunción de los contenidos y las competencias sirva al propósito último de la educación de formar seres libres y pensantes que les permita liderar, desarrollar y hacerse responsables por estilos de vida autónomos, sustentables, solidarios y saludables. Los contenidos y las competencias son instrumentales a los propósitos educativos. No se sostienen por sí mismos sino como herramientas potencialmente potentes que cultivan el pensamiento de las y los alumnos. Como arguye el pensador pedagogo francés, internacionalmente reconocido, Philipe Meirieu, en su seminal libro “Recuperar la pedagogía. De lugares comunes a conceptos claves”, “cada vez lo importante es ofrecerle al niño acceso al placer de comprender y al goce del pensamiento” (Meirieu, 2016, editorial Paidós).

El segundo puente tiene que ver con precisar los roles complementarios de los contenidos y las competencias de cara a idear y concretar las ideas fuerza que permean a la educación, y que responden a los imaginarios sociales perseguidos. Las propuestas educativas no se definen existencial y esencialmente por las competencias o los contenidos sino porque educación se requiere para la sociedad que se anhela forjar. Las ideas fuerza pueden tener que ver, por ejemplo, con la formación en derechos humanos y democracia, sostenibilidad, inclusión y género bajo un marco de pluralidad de ideas y enfoques. Los contenidos y las competencias coadyuvan a que las ideas fuerza se plasmen y encarnen en la formación de las nuevas generaciones.

Un tercer puente alude a como los contenidos y las competencias contribuyen al desarrollo y la adquisición en su conjunto y de manera vinculante, al entramado de las alfabetizaciones fundacionales – lenguas, comunicación, matemáticas y ciencia -, sociales y emocionales, ciudadanas y digitales. En todos los casos se trata de enmarcar la formación de las alfabetizaciones en visiones éticas y humanistas a través de la movilización conjunta de contenidos y competencias.

No se trata de los contenidos y de las competencias per se que generalmente son enumerados como una sumatoria de aspiraciones y de fragmentos en el currículo. Más bien es cuestión de su fina articulación en saberes disciplinares, inter y transdisciplinares que le permitan a las y los alumnos cultivar su pensamiento propio y abordar diversidad de temas desde la complejidad inherente a los mismos. Esos saberes son siempre contextualizados y significados por los valores, actitudes, emociones, sentimientos, motivaciones y habilidades movilizadas por cada alumno.

Un cuarto puente se relaciona con poner el foco en la comprensión de los temas de manera profunda y perdurable tal cual aseveró la destacada educadora argentina, Melina Furman, en un libro paradigmático para tender puentes – “Enseñar Distinto. Guía para innovar sin perderse en el camino”, 2021, XXI siglo veintiuno editores. Alternativamente a currículos sobrecargados de contenidos fragmentados, y sin una mayor jerarquización y secuenciación entre los mismos, Furman sugiere “menos cobertura y más profundidad”, “menos cantidad de temas y más tiempo para trabajar cada tema, y “menos conocimiento inerte y más comprensión”. Los contenidos y las competencias son herramientas complementarias para ahondar en la profundidad de los temas, y evitar transmitir conocimiento inerte – término acuñado por el matemático y filósofo inglés, Alfred North Whitehead, en 1929 – que, según Furman, “está ahí, sin vida”, sin que se comprenda bien o que se recuerda superficialmente.

Cabría preguntarse cuánto conocimiento inerte se “apila” y “descarta” a lo largo de los ciclos educativos, y quita tiempo a profundizar en formar en los cuatro tipos de alfabetizaciones mencionadas, y en temas candentes. En contraposición al conocimiento inerte, el desafío estribaría en formular preguntas esenciales que “apuntan al corazón del contenido y funcionan como punto de partida para explorar ideas más amplias” (Furman en referencia a lo señalado por los pedagogos Carol Ann Tomlinson y Jay McTihghe).

Un quinto puente refiere a que contenidos y competencias se complementan en la formación de las y los alumnos de manera de garantizar fluidez, progresión y adquisición de los aprendizajes incluidos en el currículo. Los contenidos son indispensables para que las y los alumnos respondan a situaciones y desafíos de aprendizajes. Más aun los mismos adquieren mayor relevancia y funcionalidad cuando las y los alumnos los identifican y movilizan para identificar las respuestas más adecuadas a los desafíos planteados por los educadores.

Un sexto puente refiere a que la evaluación de contenidos y competencias responda al objetivo compartido de considerarla como sostén del desarrollo y de la adquisición de aprendizajes. No es cuestión que la evaluación de los contenidos sólo se acote a instancias que restituyan información o que pretendidamente se pueda ejercitar una competencia sin movilizar contenidos. La evaluación que atiende a una formación integral y balanceada del alumno como persona tiene que integrar contenidos y competencias como un todo entrelazado y vinculante.

Un séptimo puente alude a que una efectiva integración de contenidos y competencias puede contribuir a generar relaciones empáticas y fluidas entre educadores y alumnos al poner el foco en la comprensión profunda de temas que conecten con la diversidad de expectativas y necesidades de la sociedad así con las motivaciones e intereses de alumnos y educadores. Se trata de avanzar hacia propuestas educativas que los mismos perciban y experimenten como sólidas, gratificantes y con miradas de forjar futuros mejores.

En resumidas cuentas, una educación polarizada en torno a contenidos versus competencias corre el severo riesgo de ser crecientemente irrelevante y regresiva para la formación de las nuevas generaciones. Alternativamente a discusiones suma cero, creemos que se pueden tender puentes para conectar con sentido los contenidos y las competencias como un dúo inseparable a lo largo y ancho de los ciclos de formación desde la educación inicial en adelante. Los siete puentes propuestos buscan contribuir a renovados diálogos, narrativas y prácticas estimulados por círculos virtuosos entre la sociedad, la ciudadanía, los educadores y la política.

Claro está se va a necesitar que los sistemas educativos se sustenten en liderazgos políticos y técnicos firmes, inspiradores y componedores, así como de equipos profesionales de mentalidades plurales, flexibles y propositivas. De lo contrario se alimentará una educación de espaldas a las nuevas generaciones con el riesgo mayor de cimentar sociedades más desiguales, segmentadas e injustas por las malas praxis del mundo adulto.