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El amanecer en el cementerio de Rocha tuvo este jueves un tono distinto. No era un día más: el viento que atravesaba los cipreses parecía acompañar un sentimiento compartido, una mezcla de respeto, dolor y gratitud. Frente al Panteón Policial, uniformes alineados —jóvenes en formación, oficiales en actividad, retirados que aún conservan la postura del servicio— dieron marco al Acto de Conmemoración del Día del Policía Caído en Cumplimiento del Deber.

La ceremonia, sencilla pero profundamente simbólica, reunió a delegaciones de todas las seccionales del departamento, así como a representantes de sindicatos policiales y asociaciones de retirados. En un año donde la inseguridad ha vuelto a ocupar el centro de las preocupaciones de la ciudadanía, la jornada recordaba una verdad irrefutable: cada nombre en ese panteón representa una vida entregada a proteger la de los demás.

La voz que recordó aquello que nunca debe olvidarse

El encargado de la oratoria fue el Director de la Escuela Policial de la Escala Básica de la Jefatura de Rocha, el Oficial Principal Davis de Barros. Su discurso, pronunciado con un tono medido pero firme, recordó la línea invisible que separa la rutina del riesgo extremo que acompaña a la función policial.

Un silencio que pesa más que cualquier discurso

Tras las palabras, llegó el momento más solemne de la mañana: la colocación de una ofrenda floral por parte del Comando Jefaturial. El breve trayecto hasta la entrada del panteón estuvo acompañado únicamente por el ruido del viento y los pasos calculados de los policías que integraban la formación.

No hubo aplausos. No correspondía. Los homenajes de verdad se construyen con silencio y respeto, no con estridencias.

Más que un acto: un recordatorio del costo humano del servicio

El Día del Policía Caído trasciende la liturgia institucional. Es una fecha que enfrenta al país con una realidad incómoda: la seguridad no es gratuita. Tiene un precio. Y, en ocasiones, ese precio es la vida de quienes patrullan calles, caminos y zonas rurales para garantizar que otros puedan seguir viviendo en libertad.

Para los familiares de los policías fallecidos, la ceremonia es un bálsamo breve, pero necesario. Para los efectivos en actividad, un recordatorio de que su uniforme es símbolo y escudo, pero nunca garantía. Para la comunidad, un gesto mínimo de justicia ante las historias de sacrificio que no siempre llegan a los titulares.

Una memoria que se renueva cada año

Mientras la formación policial se retiraba lentamente del cementerio, quedaba flotando la sensación de que este tipo de actos no pertenecen a un calendario vacío. Tienen un peso real. Son un compromiso renovado entre quienes sirven y quienes dependen de ese servicio.

Autor: ROCHAALDIA.COM