Laguna Garzón: una apertura urgente en un ecosistema al borde del colapso
La mañana del domingo 23 de noviembre marcó un punto de inflexión en la Laguna Garzón. En un escenario dominado por una densa floración de cianobacterias y un deterioro ecológico que ya no admite rodeos, el Ministerio de Ambiente autorizó una nueva apertura artificial de la barra arenosa que separa la laguna del océano Atlántico. La medida, según explican técnicos y autoridades, busca evitar que el deterioro avance hacia una fase irreversible.
La operación —supervisada por equipos de Dinabise, Dinacea y personal del área protegida— pretende reestablecer el delicado equilibrio entre agua dulce y agua de mar, un intercambio definitorio para arrastrar nutrientes acumulados, oxigenar el sistema y revertir los procesos de eutrofización que en los últimos meses se intensificaron de forma alarmante.
“Buscamos favorecer el desagote de agua dulce hacia el océano y permitir el ingreso de agua salada”, indicaron desde el Ministerio. Un gesto que puede parecer rutinario pero que, en el contexto actual, funciona como una maniobra sanitaria aplicada de emergencia a un cuerpo de agua que lucha por mantenerse vivo.
Un ecosistema que cambia aceleradamente
La Laguna Garzón, conocida por su valor ecológico, turístico y paisajístico, depende históricamente de estas aperturas periódicas —naturales o asistidas— para mantener su salinidad y la salud de su ecosistema. Sin embargo, estas aperturas se han vuelto cada vez menos frecuentes por la conjunción de factores humanos: obras viales que modificaron dinámicas del agua, transformaciones en las dunas, cambios en la producción de la cuenca y un crecimiento urbano que avanza hacia las zonas de amortiguación.
El resultado es evidente. Donde hace apenas una década se pescaba, se practicaban deportes acuáticos y muchos veraneantes se bañaban sin preocupación, hoy aparece un ambiente enrarecido: marañas de raíces, aguas estancadas, invasión de los insectos conocidos por los lugareños como “pica pica”, irritación en la piel durante horas y, desde hace semanas, la presencia creciente de cianobacterias que tiñen la superficie con un verde fosforescente.
Estos organismos tóxicos prosperan con calor, agua dulce y nutrientes acumulados. Y con la barra cerrada desde hace medio año, el escenario parecía preparado para su expansión.
Alertas vecinales y documentos técnicos
En paralelo, vecinos y actores locales presentaron informes y propuestas de gestión que advierten sobre el deterioro acelerado. Señalan que “la falta de intercambio con el océano ha acelerado la degradación” y plantean un plan de acción integral: aperturas más frecuentes, obras de canalización, sistemas de alerta temprana y monitoreo técnico permanente.
La Comisión Asesora Específica (CAE) —que nuclea a organismos públicos, vecinos e instituciones vinculadas a la laguna— fue notificada antes de esta intervención. En la mesa se discute la necesidad de una estrategia sostenida y no meramente reactiva, basada en ciencia y también en gobernanza territorial.
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