Escuchar artículo

En Uruguay hay tradiciones que no necesitan publicidad: se transmiten de mesa en mesa, de oficina en oficina y de familia en familia. Una de ellas es el Gordo de Fin de Año, ese juego de azar que, cada diciembre, vuelve a instalarse en la conversación con la misma fuerza que el pan dulce o el brindis del 31. La Dirección Nacional de Loterías y Quinielas lanzó oficialmente la edición de este año, y lo hizo con cifras que hablan por sí solas: más de 350 millones de pesos en premios, con una “grande” que reparte 160 millones.

Pero más allá de los números, el Gordo es también un espejo social. Un fenómeno que revela cómo funciona la ilusión compartida, la esperanza colectiva y, por qué no, la necesidad emocional de cerrar el año con un golpe de suerte.

La arquitectura del premio

El entero cuesta $14.000, una cifra que confirma que el juego dejó hace tiempo de ser un entretenimiento barato. La opción popular —porque siempre la hay— es la participación: $1.400 por fracción, o $350 en su versión electrónica, disponible en la web de la Dirección Nacional de Loterías.

Según explicó el director del organismo, Marcelo Visconti, la distribución se adelantó más que otros años y los billetes ya están desplegados por todo el país. “Salimos con todo para que la gente compre en todas las agencias y subagencias”, afirmó.

Y no es casual: diciembre es el mes en que los uruguayos más se permiten soñar.

El Gordo como fenómeno social

Visconti lo definió con precisión: “En esta época lo que más se da es el colectivo”. Y ese detalle dice mucho. Nadie quiere quedarse afuera del grupo de trabajo, de la familia o del barrio. El Gordo no se compra solo: se compra por pertenencia.

En empresas, oficinas públicas, cooperativas, panaderías o planteles deportivos, la lógica es siempre la misma: “Si sale, que nos toque a todos”. Un pequeño pacto comunitario para sobrellevar un fin de año que suele llegar con cansancio, balances y cuentas que ajustar.

Este juego, que nació como entretenimiento de elite en el siglo XIX, hoy es un tejido cultural. Une generaciones y despierta —por unas semanas— un entusiasmo casi infantil.

Un sorteo que cierra el año… y lo abre

El sorteo está fijado para el martes 30 de diciembre, un día que ya está marcado en el calendario de miles de uruguayos. Una fecha en la que se pone en juego algo más que dinero: expectativas, supersticiones, promesas, destinos posibles.

Porque, aunque casi todos saben que las probabilidades son exiguas, lo que mueve al Gordo no es la matemática: es la esperanza. Un gesto íntimo y colectivo a la vez. El deseo de que, por una vez, la suerte gire hacia este lado.

Y, como cada diciembre, Uruguay vuelve a comprarse un boleto a esa ilusión. Aunque dure apenas hasta que el bolillero diga lo contrario.

Autor: ROCHAALDIA.COM