El norte también cuenta: cuando el turismo se escribe desde el territorio
Entre los arrozales que marcan el paisaje del norte de Rocha, un grupo de docentes y estudiantes decidió mirar más allá del verde uniforme. En un territorio históricamente relegado frente al brillo costero, la Licenciatura en Turismo del CURE impulsa una experiencia que combina investigación, identidad y comunidad. Su objetivo: revalorizar las historias y los saberes del eje Ruta 15, desde Ciudad de Rocha hasta Cebollatí, pasando por Velázquez, Parallé y Lascano.
La propuesta, financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC), es el resultado de un proceso sostenido. “Es una continuidad de trabajos que ya se venían haciendo en el territorio desde la licenciatura”, explica Gabriela Angelo, docente y coordinadora del proyecto. “Docentes que participaron en la generación de rutas patrimoniales en convenio con el Ministerio de Turismo. Ese vínculo permitió generar confianza con actores locales, con el territorio, y devolver algo concreto: productos, conocimiento y nuevas posibilidades de acción”.
Otra narrativa, más allá del arroz
Para Lucía España, socióloga e integrante del equipo, el desafío es construir “otras narrativas, más allá de la del arroz”. No se trata de negar esa identidad productiva, sino de ampliar el relato: “Elaboramos materiales de difusión turística, audiovisuales, videos, textos, entrevistas con actores locales. Queremos generar valor turístico y revalorizar territorios que no necesariamente son los atractivos convencionales. Experiencias más auténticas, que no se pueden replicar en otro lugar”.
La estudiante Erika Debali comparte esa visión. “Fuimos rescatando historias”, cuenta. “Como la de Adriana, que produce quesos agroecológicos, sustentables, sin dañar el territorio. Ella elabora un producto acorde a sus valores, algo sano y bueno. Eso también es turismo: conocer a las personas detrás de lo que se hace”.
El proyecto, además, busca integrar estos relatos con la marca Sabores de Rocha, tradicionalmente asociada a la costa. “En el norte hay saberes y sabores más rurales que podrían nutrir esa marca”, sostiene España. “Porque las particularidades del territorio tienen que ver con quienes lo habitan, con la historia que hay detrás de cada espacio. No es solo el arroz; es la vida que lo rodea”.
Paisajes, género y memoria
El trabajo de campo incluyó un relevamiento minucioso de atractivos turísticos —patrimoniales, culturales, naturales, paisajísticos— y un registro de saberes locales. Pero pronto, las historias desplazaron los mapas. “A medida que avanzábamos encontrábamos relatos que no estaban siendo contados”, dice Angelo. “El proyecto se fue profundizando en tres ejes: la vida rural, el paisaje intervenido y el género, vinculado al papel de las mujeres”.
Las voces femeninas emergieron con fuerza. “Nos contaban que el trabajo en el campo era de hombres, que ellas debían quedarse en otro rol. Hoy son productoras rurales, tienen sus propios establecimientos: Los Mimbres, Quesos La Faustina. Emprendedoras que generan contenido, productos, servicios. Decidimos visibilizar esas historias de la mujer rural y los oficios”.
España añade que el proyecto también se cruzó con “memorias afroindígenas” y con otros programas del CURE en territorio. “Más allá de los atractivos turísticos tradicionales, queríamos mostrar el camino recorrido, visibilizar otras historias”.
Aprender del territorio
Para Erika Debali, que realiza su tesis de grado en la zona, la experiencia fue transformadora: “Al principio me costó, era mi primer acercamiento al campo, a una investigación en territorio. En el aula todo es más abstracto, pero al bajar a terreno entendés que podés tener un plan y que la realidad te cambia los pasos. Aprendés a escuchar”.
Su aprendizaje va más allá de lo académico. “Rocha tiene un potencial turístico enorme: los Cerritos de Indios, la Isla del Padre, lugares que están siendo revalorizados. No se trata solo de ver a Rocha como costa, sino de generar otros imaginarios: el campo, la producción, las historias que lo habitan”.
Angelo coincide: “Estas experiencias son un aprendizaje in situ, donde se aplica todo lo que se estudia. Entrevistas, conocimiento del campo, elaboración de informes. Y, sobre todo, una comprensión más humana del turismo”.
El mapa se amplía
En el fondo, lo que impulsa este proyecto es una transformación en la mirada. “Hay que cambiar la clave”, resume España. “Ver el territorio no solo como agroproductivo, sino también como turístico, como espacio de vida y cultura”.
Para los protagonistas, la investigación no termina en los congresos ni en los informes. “Es importante acceder a programas de desarrollo en territorio”, subraya Angelo. “De otro modo serían inviables. Esa articulación entre universidad, sociedad y producción es lo que buscamos desde un centro universitario que está presente en el territorio”.
En esa presencia cotidiana —entre arrozales, pueblos y caminos— el norte de Rocha empieza a escribir su propio relato turístico. Uno donde el visitante no solo observa, sino escucha, aprende y se reconoce en las historias que habitan el paisaje.
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