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En la tarde  de este martes, la firma de un documento selló lo que puede leerse como el cierre de un capítulo sensible en la historia reciente del departamento de Rocha. El intendente interino, Valentín Martínez, y el jefe de Policía, Claudio Pereyra, concretaron la escritura que transfiere a la Intendencia el predio donde funcionó la ex Cárcel de Rocha.

El acuerdo, resultado de 12 años de negociaciones administrativas, marca un doble movimiento: la comuna entrega al Ministerio del Interior el inmueble de la comisaría de Punta del Diablo y, a cambio, adquiere un espacio cargado de significados colectivos.

La vieja cárcel —construida para encerrar, aislar y castigar— se convierte ahora en un lienzo abierto para la memoria y el futuro. Lo que hasta hace poco era un símbolo de encierro y violencia se transforma en un terreno disponible para pensar en usos sociales, culturales o comunitarios.

El proceso no ha sido lineal. Durante más de una década, distintas administraciones municipales buscaron hacerse de la propiedad. En paralelo, la cárcel dejó de funcionar y quedó como una ruina en medio de la ciudad: un recordatorio incómodo de un sistema penitenciario cuestionado y de la deuda pendiente en materia de derechos humanos.

Hoy, con la transferencia consumada, se abre el debate sobre qué hacer con esas paredes que supieron contener dolor y silencio. En los discursos oficiales, tanto la Intendencia como el Ministerio del Interior coincidieron en remarcar que se trata de “un paso de justicia institucional y social”. Pero la pregunta de fondo va más allá del trámite jurídico: ¿puede un espacio pensado para reprimir convertirse en un polo de encuentro ciudadano?

Lo cierto es que Rocha cierra un ciclo. La cárcel ya no pertenece al Ministerio del Interior, ya no es símbolo de castigo ni territorio abandonado. La pelota queda ahora en la cancha de la Intendencia y, sobre todo, de la sociedad rochense. Será la comunidad la que deba discutir si ese predio se transforma en centro cultural, espacio de memoria, complejo educativo o cualquier otra forma de reapropiación.

En definitiva, la firma de las escrituras no es el final de una historia, sino el inicio de otra: Rocha se enfrenta a la oportunidad de resignificar su pasado para proyectar un futuro distinto en las paredes de su ex cárcel.

Autor: ROCHAALDIA.COM